sábado, 3 de agosto de 2013

En la fila de los mancos: crítica de "Lobezno inmortal"

Con papá en el rodaje
Hola, soy Hugh Jackman, el verdadero, sí, el que va disfrazao en la foto.Os voy a contar en tercera persona, el nuevo enfoque existencialista que se esconde tras mi arriesgadísima (tuve que engordar 30 kgs.) y última película: Lobezno inmortal.

La cosa va como sigue: Lobezno conoce chico. Chico se encapricha de Lobezno. Chico le invita a pasar unos días en su casa, en Japón. Lobezno no es gay. Así, no hay manera. Chico, entonces, elabora un malévolo plan.  Chica que trabaja para chico invita a Lobezno. El lobito, que está más sólo que la una, pilla la indirecta y piensa beneficiarse a la susodicha durante y después del camino.

Imposible.

A pesar de ese cuerpazo, Lobezno no pilla ni en sueños (esto es literal, ya veréis, ya). Entonces, lo manda todo a paseo y como ya está hasta las narices de matar gente, en vez de emborracharse, le da por comer. Normal, sabiendo que tiene un hambre canina.

Su madíbula de adamantium comienza a devorar todo lo devorable y en un arrebato, se zampa a la mafia japonesa, poco hecha, vuelta y vuelta. ¿Y qué le había hecho la mafia japonesa? ¿Acaso le habían invitado a un restaurante vegetariano? ¿Le obligaban a usar los palillos en vez de sus garras?

¡¡Eso no se le hace a un X-Men, señores!!

Y dicho y hecho. Lobezno en una terrible escena, se convierte en el Lobo de Caperucita y no deja ni el mango de las katanas.

Mi madre estaría orgullosa de ti, tío.

Después del pifostio, Lobezno se insinúa con la chavala que lo acompaña. Ésta, se niega. Le van los gatos, no los chuchos. Mal rollo, Logan. Esta noche tampoco pillas cacho.

Y así pasan tres cuartos de peli. Tenemos a un mutante desesperao poniendo mensajitos a las tres de la madrugada mientras se jarta a pasteles. Como cualquier tuitero.

Y aquí viene el rollito filosófico que os comentaba.

¿Hay que ceder a las tentaciones? ¿Sí o sí? ¿Es muy arriesgado vestir con licra amarilla?

Al final, entre la típica balada con la típica puesta de sol y más de un japo cabreao porque Lobezno siempre se va sin pagar de los restaurantes, nuestro prota vuelve a los Estados Unidos, orgulloso de sus hamburguesas XXL y sus perritos calientes, (aunque esto suene un poco caníbal).

Chico no consigue nada con Lobezno. Ni éste con las chicas. (A pesar de sus abdominales).

¡Así es la vida, amigos!

P.d.: Se me olvidaba. El título viene a cuento de una escena a lo "300" donde me como unos huevos fritos con chistorra a cámara superlenta. Para deleite del personal.