lunes, 28 de enero de 2013

De vuelta del país de los Reyes Magos

¡Y qué viajecito, oigan! La noche de Reyes no nos lo pensamos dos veces. Cogimos los trastos y seguimos a sus Majestades hasta su morada. Peor que esto no puede ser, nos dijimos. Y como sea verdad que vienen de la enigmática Tarttesos, fijo que la tapita de jamón no nos falta. Y el tinto. Y dicho y hecho.

Tras colarnos en la cabalgata, pallá que fuimos. Y en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en otro mundo, con otras gentes, de buen rollito. Jóvenes todos, que nos miraron extrañados tras salir de nuestros escondrijos.

- ¡Jó!, lo que hacen algunos por no pagar la entrada, dijo uno de los camareros.
- ¡Un momento! ¿No estamos en el país de los Reyes Magos? Teníamos la esperanza de ir a un sitio mágico donde no existieran la pobreza o la corrupción generalizada. Donde los políticos fueran honrados, sin sueldos estratosféricos, ni viajes en primera. Donde la financiación fuera transparente y el que cogiera algo de la caja fuera a la cárcel. Inmediatamente.
- Bueno, bien mirao, aquí dentro no hay nada de eso. Sólo gente corriente que viene a tomarse algo y a echarse unas risas.
- Bueno, ¿y dónde estamos?
- Este garito se llama Tarsis. ¿Suena exótico, no? Pero es un sitio sin mayores pretensiones. De barrio, de los de toda la vida. Aquí nadie mete mano en la caja ni cosas por el estilo. Queremos que nuestros clientes estén contentos. Antes que recortar ahí, preferimos quitarnos de lujos nosotros. Como sustituir esa pantalla que veis por una televisión normal para ver los partidos.
- Muy lógico. Sí.
- Aquí lo primero que se recorta es en pijadas. No en lo esencial. La calidad de la bebida es lo primero. ¿Queréis comprobarlo?
Hablamos mucho con el dueño.
El joven de enmedio.
- Bueno, ya que estamos...

Y así ha sucedido. Hasta ahora. No sabemos ni cómo ni por qué. Cuando salimos por la puerta, casi había pasado un mes. Una historia de lo más rara. Sí. Pero verídica. Gaspar, Melchor y Baltasar cumplieron nuestros deseos. No nos confundimos de carroza, por tanto. Y había jamoncito.

Entre otras cosas.

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