Sí, sí. Tenemos ya la zambomba, la botella de anís y el almax, por supuesto. Y no será por comer alguno de esos platos espectaculares del club del Gourmet. No nos llega. Somos gente humilde, de las que tienen que estirar el dinero a fin de mes, otra de tantas. De los que ganan lo justo para ir tirando y nuestro máximo lujo, habernos zampado un bocata de calamares en plena Plaza Mayor. Como manda la tradición. Y ya es. Nos damos con un canto en los dientes porque todavía tenemos qué comer...tal y como están las cosas.
Y es curioso. Hemos conocido a gente de posibles, gente que no sabe disfrutar de pequeños placeres como éste. Gente que piensa que nada de esto, está a su altura (¡por favor!) y necesita un restaurante de lujo, una casa con tres cuartos de baño o la televisión de plasma último modelo para sentirse más o menos cómoda. Al igual que las vacaciones en un lugar exótico o llamarle tupper a la tartera. De no hacerlo, se confundirían con nosotros, la plebe.
Y ha sido gente de esa calaña la que nos ha llevado a esta situación. La que ha engañado en informes, la que ha evadido impuestos y luego va de patriota por la vida. La misma que se va a un spa de lujo cuando tenía que estar en su puesto, en un momento crítico. La misma que se atreve a bajar sueldos y subir impuestos. A los de siempre, a los de abajo. Mientras ellos, con siete años de trabajo, ya pueden disfrutar de sus pensiones.
Porque con todo lo que está pasando, estamos volviendo al siglo XIX. Y si no nos creen, tiren de libros. Y comprueben. Eso sí, no se confundan. Para nosotros, tener una hipoteca de por vida, un utilitario y conexión a internet, no nos convierte en clase media o en clase alta. Más bien, en los pringaos de turno que juegan al juego que ellos quieren. Insistimos: hasta que la muerte nos separe.
Porque todo esto cambie, nos vamos a atrever a brindar. Sacaremos la sidra de toda la vida y beberemos como beben los peces en el río. Cantaremos como si estuviéramos bajo la lluvia y disfrutaremos, junto a los nuestros, de un día y de una noche especial. Tirando de lo que hay. Sin alardes. Con la alegría de sabernos juntos y disfrutando de lo poquito que tenemos. No como ellos.
¡¡Felices Fiestas!!
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