lunes, 24 de diciembre de 2012

Ande, ande, ande...la Marimorena...

...Ande, ande, ande...¡qué es la Nochebuena!

Sí, sí. Tenemos ya la zambomba, la botella de anís y el almax, por supuesto. Y no será por comer alguno de esos platos espectaculares del club del Gourmet. No nos llega. Somos gente humilde, de las que tienen que estirar el dinero a fin de mes, otra de tantas. De los que ganan lo justo para ir tirando y nuestro máximo lujo, habernos zampado un bocata de calamares en plena Plaza Mayor. Como manda la tradición. Y ya es. Nos damos con un canto en los dientes porque todavía tenemos qué comer...tal y como están las cosas.

Y es curioso. Hemos conocido a gente de posibles, gente que no sabe disfrutar de pequeños placeres como éste. Gente que piensa que nada de esto, está a su altura (¡por favor!) y necesita un restaurante de lujo, una casa con tres cuartos de baño o la televisión de plasma último modelo para sentirse más o menos cómoda. Al igual que las vacaciones en un lugar exótico o llamarle tupper a la tartera. De no hacerlo, se confundirían con nosotros, la plebe.

Y ha sido gente de esa calaña la que nos ha llevado a esta situación. La que ha engañado en informes, la que ha evadido impuestos y luego va de patriota por la vida. La misma que se va a un spa de lujo cuando tenía que estar en su puesto, en un momento crítico. La misma que se atreve a bajar sueldos y subir impuestos. A los de siempre, a los de abajo. Mientras ellos, con siete años de trabajo, ya  pueden disfrutar de sus pensiones.

A toda esa gente, a la que ha estafado con las preferentes, a la que desahucia sin contemplaciones, a la que ha dilapidado el dinero de todos en obras faraónicas, a la que no piensa nada más que en privatizar nuestros derechos constitucionales, esta noche, también les deseamos una noche - buena. La misma que tuvo el inmortal personaje de Dickens, el señor Scrooge. Para que sean visitados por el espíritu de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Para que sus propias conciencias, bien enterradas entre billetes, resuciten por unas horas y les den unas buenas collejas. De las que hacen historia. Y que frenen esta sangría. Que no tengan la caradura de argumentar que no hay más remedio. Que no mientan tan descaradamente.

Porque con todo lo que está pasando, estamos volviendo al siglo XIX. Y si no nos creen, tiren de libros. Y comprueben. Eso sí, no se confundan. Para nosotros, tener una hipoteca de por vida, un utilitario y conexión a internet, no nos convierte en clase media o en clase alta. Más bien, en los pringaos de turno que juegan al juego que ellos quieren. Insistimos: hasta que la muerte nos separe.

Porque todo esto cambie, nos vamos a atrever a brindar. Sacaremos la sidra de toda la vida y beberemos como beben los peces en el río. Cantaremos como si estuviéramos bajo la lluvia y disfrutaremos, junto a los nuestros, de un día y de una noche especial. Tirando de lo que hay. Sin alardes. Con la alegría de sabernos juntos y disfrutando de lo poquito que tenemos. No como ellos.




¡¡Felices Fiestas!!

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