sábado, 1 de diciembre de 2012

Terror en el Ministerio

Una noche de luna llena, nuestro actual Ministro de Justicia, se daba, como de costumbre, un garbeo en su flamante moto. Se paró ante una obra monumental para contemplarla en todo su esplendor. De repente, un señor con bigotito se le abalanzó por detrás. Le hincó el diente y le hizo varios arañazos en el cuerpo. Nuestro protagonista logró zafarse de él como pudo, subió a su ciclomotor y escapó de allí a toda leche. El monumento en cuestión era el Valle de los Caídos. La bestia parda que le atacó sigue siendo un misterio.

A partir de entonces, nada en su vida ha sido igual. El, hasta la fecha, enrollado y un poco díscolo alcalde, el enfant terrible de la calle Génova, se ha ido convirtiendo en un señor taciturno, de rostro  apesumbrado, de ordeno y mando. Ya no bromea con periodistas ni casa a parejas gays, para disgusto de sus Pprogenitores. Se nos ha hecho mayor. Muy mayor. Y de ser un político simpático, hasta para el votante socialista, ha pasado a ser la reserva espiritual de Occidente. Su proyecto de ley antiabortista, sus nuevas tasas judiciales y su indulto a ciertos malotes de barrio,  le han convertido en el personaje de terror que todo el mundo teme.

En el Halloween pasado ya pudimos contemplar algún disfraz de ministro de justicia. (Aunque los que más éxito tuvieron fueron los de antidisturbios). Y tal es el pavor que produce que ha conseguido unir en su contra a una serie ingente de profesionales del gremio justiciero. ¡Hasta se plantean el hecho de hacer huelga!  Y es que este hombre, cada vez que abre la boca, da miedo.

Las encuestas (como antaño las pitonisas) evidencian  que el 83% del personal anda muy mosqueado con esto de sacar la billetera para arreglar sus cosas. Y ¡hombre!, nosotros nos sumamos a ese porcentaje. Se supone que la Justicia, según nuestra Constitución, debería estar al alcance de cualquiera. Que a la hora de reclamar un despido improcedente, una multa de tráfico, empezar un divorcio, o, lo que es más grave, pedir una indemnización tras haber sido tú el accidentado, no tendríamos que ir tirando de chequera. Nos salen más caros los cordones que los zapatos, mire usted. Por lo que aguantarse es la receta tradicional que nos toca.

Una de las razones que hemos escuchado para tales despropósitos es la de agilizar los procesos, que los inversores extranjeros se quejan de ello. Y no nos cuadra. Por ningún lado. En primer lugar porque los que vivimos con lo justo no vamos a poder hacer uso de este derecho constitucional. (Más si nos siguen subiendo todo menos los sueldos). Y en segundo lugar, porque si realmente quieren agilizar el tema judicial, lo que deberían hacer sería meter más personal y modernizar (informatizar) sus expedientes. ¿Qué no hay dinero? Bueno, pues vayan ustedes metiendo mano a las empresas del Ibex 35, por ejemplo, que son las que cometen más fraude fiscal.

Con estas nuevas tasas hemos retrocedido en el tiempo unos 50 años, aproximadamente. La justicia ya va a ser para el que pueda pagársela. Y los que no, nos tendremos que buscar la vida, como siempre se ha hecho. A cara o cruz o a chupitos, ¡qué remedio!

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