martes, 6 de noviembre de 2012

Disimulando, que es gerundio

¿Se acuerdan ustedes de aquel famoso juego infantil? ¿Ese en el que te daban una colleja, te dabas la vuelta y aparecían dos o tres infames "amigos" tuyos diciéndote: pío, pío que yo no he sido? Pues algunos, aún de mayores, lo siguen practicando. Y con el paso de los años, de manera más profesional.

Los políticos son un buen ejemplo de ello.

¿Dimitió alguien por el caso Prestige? ¿Y por la tragedia del Yakolev? ¿No, verdad?  Alguno argumentó que eran unos simples "hilillos de plastelina" y ahí le tenemos, con mayoría absoluta, de Presidente del Gobierno. Otro, para quedar bien, hizo difícil lo fácil. En vez de tomarse su tiempo para identificar los cadáveres, nada, nada, a liarla parda por las prisas. Y sumar un disgusto más a las sufridas familias. E irse luego de rositas.

En el lado opositor (para que luego digan), el de la ceja and friends... negaban lo evidente. Que el barco hacía aguas. Lo malo es que la que antes era oposición y ahora manda,  lo niega ahora. ¿Verdad, señora Báñez?

Con esta tradición chapuceril a las espaldas (por nombrar sólo algunos casos recientes), ¿alguien cree sinceramente que se depurarán responsabilidades por la tragedia del  recinto Madrid Arena? ¿O por el mamoneo que ha habido en Bankia? ¿O por las megaobras millonarias donde se han dejado nuestros impuestos? ¿Rodará (figuradamente) alguna cabeza? ¿Habrá alguna dimisión?

Aquí, lo que mejor se sabe hacer es echarle siempre la culpa a otros. Cuando alguien les señala, desvían la  mano acusadora hacia otro y éste hacia otro y así sucesivamente. Pío, pío que yo no he sido, afirman alegremente. Como algún estudiante de Primaria.  O justificándose con la siguiente frase: " esto estaba así cuando llegué". Como Homer Simpson. (Algo de mayor nivel, como corresponde a su cultura).

Lo cachondo del caso es que esto no es una serie de dibujos animados. Es la vida real. Y mientras unos escurren el bulto, otros sufrimos las consecuencias. Es decir, los de siempre: el pueblo.

Así que ¿Para qué seguir engañándonos? En la redacción no damos un céntimo porque algún responsable político tenga una actitud moral. Que le eche lo que hay que echarle (dignidad) para asumir su parte de culpa. Haberlos, haylos. Como las meigas. Pero son los menos. Apenas una gota de agua en el océano.

Deberían volver todos a las aulas. Y dejar la asignatura de ética como obligatoria. Y no poder cambiarla por la de religión, como hasta ahora.

Como hicieron en su día.

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